
Con la Revolución Industrial, el mundo cambió para siempre… y la logística también. A finales del siglo XVIII, la invención de la máquina de vapor y la mecanización de los procesos productivos dispararon la capacidad de fabricar bienes. Pero producir más no era suficiente: había que mover esa nueva abundancia de productos de forma rápida, segura y rentable.
Así nació la necesidad de una logística más sistematizada.
Los primeros ferrocarriles conectaron centros industriales con puertos y ciudades, revolucionando el transporte terrestre. Por primera vez, las materias primas y los productos terminados podían recorrer largas distancias en pocas horas, algo impensable pocos años antes.
Los almacenes también evolucionaron. De simples depósitos pasaron a convertirse en centros neurálgicos de distribución, capaces de gestionar grandes volúmenes, con flujos de entrada y salida cada vez más complejos.
Además, el telégrafo trajo consigo la comunicación en tiempo real, permitiendo coordinar entregas y rutas como nunca antes. Era el germen de la logística moderna: velocidad, eficiencia y coordinación.
¿Sabías que…?
La primera línea ferroviaria de uso comercial se inauguró en 1825 en Inglaterra. En apenas 50 años, los trenes ya recorrían Europa, Estados Unidos y gran parte de Asia, dando forma a una nueva era del transporte.
El siglo XIX sentó las bases de la logística tal y como la entendemos hoy: interconectada, estratégica y al servicio del crecimiento económico.
En el próximo capítulo hablaremos de cómo las grandes guerras del siglo XX obligaron a perfeccionar aún más los sistemas logísticos, impulsando tecnologías y procesos que luego se trasladarían al mundo civil.
Y recuerda: hoy no necesitas un tren de vapor para mover tu mercancía. En STM Logística tenemos soluciones modernas, eficientes y personalizadas.
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